Dicen que si nunca dejas salir lo que sientes, te marchitas poco a
poco.
Esta idea me viene dando vueltas hace días, desde dónde germinó? Quién
sabe. A estas alturas siento que he perdido tanto tiempo, y tanto de mi se ha dormido
que no vale la pena agregar más escenas al guión.
Quizás es una forma un tanto melancólica de incitarme a saltar ese
muro que yo mismo ayudé a construir…pero, quién dice que la nostalgia y la
melancolía son sentimientos que uno no debería experimentar? La estabilidad
está sobrevalorada. La mente necesita de esos matices, mezclar un poquito de
colores primarios para llegar a aquel que entrega personalidad al cuadro.
¿Acaso padezco de algo?
Llevo rato atrapado en guitarras, el tiempo parece suspendido. Siempre llueve al atardecer es de esas
bandas que quieres acompañar junto a un té y un poco de humo para de una vez por
todas dejarse llevar por el apondedip.
Su música te incita, te anima, luego te detiene como aquella calma después de
la tormenta y finalmente te suelta tan suavemente que pareces flotar.
Se que estás corriendo es la responsable de tantas decisiones que luchan entre ellas
para ser las elegidas y las determinantes.
Entre cuerdas y unas voces que se suman de forma no invasiva, parte
un disco que en menos de tres minutos creó un escenario con ese tinte azulado
de los días fríos para pasar enérgicamente a en silencio nos juntamos, un tema cargado de esa necesidad de salir
y correr con el único propósito que el de sentirme más rápido que el resto solo
por esta vez. La aceleración se convierte en lema. Supongo que es normal que al
sentir que estoy terminando el guión, tenga urgencia por llegar a la parte final
y ver si es lo que pensaba que sería.
La velocidad no disminuye y sigo convencido de que la nostalgia se
baila. El número se adhiere a mis brazos y ojalá poder ser una danza eterna. Siete termina y me deja con una
sensación de que el primer paso a la cura es reconocer el síntoma.
Comienza Siempre llueve al
atardecer y de inmediato se sienten gotas recorrer mi rostro triunfante,
luego de bucear dentro de un mar de ideas con el fin de conocer mis propios
límites. De estar dispuesto a rodar cada plano y vivirlo sin rezar por un deus
ex machina.
Pocas veces el bajo tiene la misión de acompañarme y ser el principal
guía para terminar mi viaje. El atardecer se acaba.
Sumo otra razón para caminar un poco más lento bajo la lluvia y
cerrar los ojos.
Puedes escucharlo acá
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