Mi cuerpo y su parálisis.
La llamada se corta y guardo mi lengua. Ejecuto una mueca y
el atardecer me saluda por la ventana.
Y con tus invisibles rayos me sigues atrapando, pensé. El apondedip se posa en mi hombro esta vez.
Que no mate la calidez. Me siento y busco en mi filarmonía un
buen amante. Play y suena Arrecifes
.
La guitarra y mi monólogo discuten, se une un tercero y
después alguien más. Color a color el paisaje se forma, una hebra en una de las
tantas inmensidades que mi cabeza puede alucinar. El ritmo me hace recordar que
los horizontes solían delimitar el corazón de lo que piso cada día.
Modo avión, que nada lo interrumpa. Emerge Punto Inicial me tiro en la cama y esta
respira conmigo, el ruido se intensifica y con mi balsa me aseguro un bonito
paseo, yo y mi abrazo, profundo y artificial.
Silencio y revienta el velo con sus cuerdas. Bailo y no de
pie, suena el himno del instante cuando todo parecía ser más quieto de lo
normal. Meteora se canta sola con su
justa velocidad.
Cuando le converso a mi reflejo tiendo a corregir todo
destello anormal, a veces la naturalidad se olvida, ¿Dónde está la fineza de mi
espesura?
Se desmorona un ideal y aparece uno nuevo. Me levanto,
afirmo mi nombre al aire, y una humanidad entera aflojada allá atrás, detrás de
la música y sus dulces secretos, exclama mi regreso.
Nahual y su
crónica.
Miro por la ventana y no encuentro el arcoíris. El tiempo
pasó volando y en mi ceguera viví un montón.
Miro mi hombro por si acaso, suenan las notas finales. Todo es un buen
dibujo pero rápidamente se borra cuando aparece mi noche. Tranquilidad y una
última mueca.
Puedes escucharlo acá
No hay comentarios:
Publicar un comentario